La Política del Circo

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Si algo ha mostrado Ron Howard a lo largo de su carrera es que es capaz de construir filmes vacíos pero efectivos a la hora de convencer a la Academia de Hollywood, es por esto que su última obra, Frost/Nixon, me desconcierta. Howard acierta al acercarse a uno de los mayores escándalos de la democracia americana en su vertiente más circense, reflejando la política estatal en el entramado de las políticas televisivas y concluyendo ambas como industrias del espectáculo. Howard eleva su espectáculo a un circo de tres pistas. En la primera de ellas presenta a dos personajes desagradables, oscuros buscadores del reconocimiento mediático. Personajes caricatura, desdibujados y exagerados como en una tira cómica de sátira política se soportan sobre los actores (principalmente sobre un enorme Frank Langella). La búsqueda, la hazaña de estos personajes concurre en lo que será la segunda pista del circo, la pista central. Es el escenario en el que bailan los dos púgiles. El tratamiento que elige el director para la entrevista es el de un combate de boxeo. Hay ring, rounds, entrenador, preparador físico y victoria por K.O. En estas dos pistas se arma el corazón del espectáculo que ha de entretener durante dos horas a la fiel audiencia de Howard. Pero queda la tercera pista, secundaria y enigmática compone el elemento que convierte a esta película en, no una más dentro de la filmografía del director. La serie de entrevistas de apariencia documental que se van entrelazando en el armazón drámatico del film. Estas entrevistas, compuestas por todos los elementos por los que podemos rápidamente identificarlas como documentos reales, narrados por los mismos protagonistas que vivieron el último coletazo de Richard Nixon, tienen la peculiaridad de no ser entrevistas. Los supuestos enrtevistados son los mismos actores que dan vida a sus personajes en el film. De esta manera, Ron Howard mantiene un diálogo con sus personajes fuera de la acción dramática. Las caricaturas de esos periodistas y asesores reales son los que opinan sobre los hechos desde el futuro. En este punto caemos en que hemos sido engañados. Frank Langella y Michael Sheen no son Richard Nixon y David Frost, los asesores entrevistados no son más que actores y nosotros asistimos al enésimo espectáculo político de la democracia, no hace falta que los leones, el domador y los payasos sean de cartón si los auténticos También eran un fraude. Quizá es una reflexión más honesta e inteligente de lo que cabía esperar y quizá nadie lo sepa mejor que el propio Howard. Que la televisión es el circo de la política y la política de la televisión siempre ha sido la del circo.

~ por nologui en 18 febrero 2009.

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